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“Sabemos lo que somos;
pero no lo que podemos ser”
Hamlet
William Shakespeare
EUSEBIO LÁZARO_ACTOR&DIRECTOR_CARTAGENA_1942
Graham Greene dijo: “Siempre hay un momento en la infancia cuando la puerta se abre y deja entrar al futuro”. ¿Cuándo y cómo se abrió tu puerta al futuro?
No sé si estoy de acuerdo con el dictum de Green. Yo creo que la infancia es la única etapa de la vida en la que podemos sentir el presente. La puerta del futuro se abre más adelante (siempre de manera ilusoria, claro), rebasada la adolescencia; justo cuando se empieza a tener algo de pasado. Yo me adentré en ese futuro incierto al abandonar definitivamente la casa paterna y mi ciudad de origen.
¿Cómo y por qué te hiciste actor?
En mi colegio de infancia había un teatro y me eligieron para hacer de Jesucristo en el paso de La última cena. Parece que eso me predestinó (aunque luego casi siempre he hecho de “malo”). Pero he sido inconstante y huidizo en profesar en exclusiva como actor. Me siento más a gusto en la dirección y en la escritura. En cierta manera no es bueno tener habilidades o atributos varios porque te llevan inexorablemente a la dispersión. El que sólo sabe hacer una cosa, llega más lejos, es más persistente. Aunque, por otra parte, yo me pregunto, ¿adónde hay que llegar?
Aun así, yo estoy contento porque la diversificación conduce más tarde a una síntesis en términos artísticos.
¿Qué sientes al interpretar papeles tan diversos como Óscar en “Demonios en el jardín” o Don Severiano en “Cuéntame”?
Me divertí haciendo el profesor de Cuéntame o D. Paco, en Amar en tiempos revueltos, pero las experiencias de Demonios en el Jardín y de otras películas que vinieron después, fueron más intensas.
Rodaste con grandes directores como Berlanga, Saura, Gutiérrez Aragón, Gonzalo Suarez, Milos Forman… ¿Qué destacarías de cada uno de ellos?
Pues… casi todos los buenos directores escuchan y dejan espacio e iniciativa al actor. No están cerrados ni son muy autoritarios; aunque, lógicamente, ellos conducen todo el discurrir de la película. La verdad es que con todos los que citas tuve una experiencia positiva y he mantenido con ellos amistad y afecto.
Eres un artista polifacético: aparte de actuar, escribes y diriges. ¿Qué relación tienes con cada una de estas disciplinas?
Como te decía, las disciplinas artísticas se relacionan, son vasos comunicantes y el interés por una se refleja en la otra. De todas formas, cuando me ejercito en cualquiera de ellas soy muy riguroso y le doy dedicación plena.
Has dirigido los mediometrajes “El clarinete” y “La última cena”. ¿Cómo fue el proceso creativo?
El rodaje de las dos películas (cinco días cada una; un total de una hora de película) se hizo en un tiempo récord y con medios más cortos que el metraje. Pero quise plantearme una narrativa que incluyera todas las dificultades para ponerme a prueba y para aprender. Por eso hay bastantes localizaciones y figurantes, y la cámara tiene que resolver espacios complicados. Puse en práctica una forma de rodar “clásica”; es decir, buscando asumir el lenguaje que yo admiraba en los maestros. El Clarinete obtuvo la espiga de Oro en el Festival de cine de Valladolid (La Seminci). Tuve entonces oportunidad de saltar al largo, pero, de nuevo, la huida del éxito me derivó a otros menesteres.
Como autor teatral has escrito y estrenado dos obras: “El ensayo” y “El premio”. ¿El teatro sigue siendo “sagrado”?
A esas dos obras tienes que añadir otras dos; una, muy corta (dos escenas), que se llama Finale y que cierra en trilogía con las dos primeras que mencionas. Y la última, que está por publicar, Los perros de Van Gogh, a la que Francisco Calvo Serraller ha puesto sabio prólogo.
En cuanto a lo sagrado del teatro, creo que en esta época coexisten varias corrientes. Por otra parte, todo se desacraliza. La modernidad en el arte, es decir, la ruptura y creación de nuevas formas, se hizo desde el conocimiento y el dominio de las anteriores. Pero hoy no siempre es así. Hoy quizá sea más fácil situarse en un puesto preeminente sin la necesaria formación ni el talento; pero hábilmente envuelto en un acertado “modo”, que se hace pasar por excelencia. No obstante, la propia ceremonia del teatro, debido a la presencia viva, mantiene el rescoldo, la luz a veces, de lo sagrado.
En colaboración con la crítica de arte norteamericana Dore Ashton rodaste, cámara en mano, varios documentales sobre grandes artistas como Tapiés, Barceló, Soulages o Alechinsky. ¿Qué relación tienes con los artistas y con el arte en general?
La pintura y la poesía ya sabes que siempre estuvieron próximas; hermandad que Horacio fijó en el famoso aserto: Ut pictura poesis. De manera que al igual que escribí (y sigo escribiendo ) poesía, tuve la tentación de la trementina y el óleo. Desde joven conocí a muchos pintores, alguno del grupo El Paso y otros del Dau al Set, el grupo catalán, como Joan Ponç o Antoni Tàpies. Fui muy amigo del crítico de arte, Santiago Amón y del escultor Juan Haro, y, durante muchos años, estuve unido por lazos familiares con Antonio Saura, con quien colaboré en mi montaje de la obra Woyzeck, para la que diseñó una escenografía de gran belleza.
La crítica e historiadora de arte Dore Ashton es, quizá, una de las figuras más significativas del siglo XX. La conocí hace ya bastantes años, a ella y a su marido el escritor Matti Megued, ya fallecido. Tuve la suerte de conectar o coincidir con ella en pensamiento y concepto, tanto ético como estético, sobre cuestiones de arte contemporáneo. De ahí nació nuestra colaboración. Ella fue amiga de los artistas más importantes de nuestra época –no sólo pintores, sino escritores y poetas–. Hicimos cinco documentales con alguno de esos grandes artistas y todavía tengo mucho material que iré incluyendo en otro más amplio.
¿De dónde te llega la inspiración?
La inspiración acude si eres un ser inspirado. Si no, tal vez el esfuerzo te lleve a algo que puede parecerse. La inspiración se potencia o se convoca con la curiosidad y con el trabajo.
Actualmente resides en Madrid. Pero estuviste largas temporadas viviendo en Londres, París y Nueva York. ¿Puedes llegar a sentirte “en casa” en cualquier sitio del mundo?
Como yo nací en Cartagena, que se constituyó en Cantón independiente y tuvo que ser bombardeada para rendirse, no me siento particularmente de ningún sitio; sólo noto las limitaciones lingüísticas. No puedes ser de un sitio si no dominas la lengua de ese lugar. Más allá de eso, hago mía la frase despectiva que Shakespeare pone en boca de Coriolano cuando lo destierran de Roma: “Hay un mundo en cualquier parte”.
Qué es la vida… Un aprendizaje; pero cuando llegas a la maestría ya es tarde.
Y la muerte… Quizá el único momento de lucidez de la vida.
El amor… Un arte; algunas veces de dolorosa práctica.
La búsqueda… Un camino. Un laberinto.
La soledad… Forzada compañía con uno mismo; pero anhelada cuando la compañía es con los otros.
La mujer… Depositaria del misterio (por lo tanto incomprensible). He pasado una parte importante de mi vida en su búsqueda. La he anhelado de manera imposible; pero no podría reconocerme sin ella. Debe encontrar su libertad sin masculinizarse.
El hombre… Puede comportarse como un ángel terrible rilkeano. Es un ser que va hacia la luz a tientas, golpeándose contra los muros. Históricamente el hombre moderno ha perdido su supremacía, su dominio sobre la mujer. Pero todavía no es consciente de ello.
Los hijos… Un problema sin resolver. O tal vez el problema sean los padres, que a su vez fueron hijos… Ya digo, un problema sin solución de continuidad.
Ser padre… La condición de padre varía con el tiempo, con la edad de los hijos. No es lo mismo ser padre de un niño de 6,9 o 12 años, que de un bigardo adolescente. Cuando los hijos se convierten en adultos, la figura del padre pierde el poder y se va acercando a la de su propio padre cuando él se hizo mayor. (Las madres tienen una recorrido diferente, pues el símbolo y el vínculo son distintos).
Evolucionar… Entiendo la evolución como un avance hacia la conciencia. Esto es aplicable a todo el proceso de la materia hasta la fijación de conciencia en el cerebro humano. Tal vez lo expresa mejor el poeta Juan Ramón Jiménez cuando dice que “lo que diferencia al hombre sucesivo del animal detenido, es el fenómeno de la conciencia”. Luego está el hecho (raíz de muchos de nuestros males) de que el nivel de conciencia no es el mismo en todos los individuos.
Viajar… El viaje más importante es el que realizamos en nuestro interior. Reconocido esto, yo soy impenitente viajero de geografías. He estado en muchos países y espero continuar vagabundeando un tiempo más. Es de notar que, al contrario que antaño en donde lo interesante del viaje era el trayecto y no el arribo, hoy, al ser el trayecto tan rápido, es necesario construirse el viaje a la llegada.
Envejecer… Envejecer no está mal; lo peor es la enfermedad. Libre de ella, cada edad tiene su propia maravilla.
Tus libros indispensables… Mis primeros grandes libros, todavía en la adolescencia, fueron La Odisea y El Quijote. Más tarde entró Shakespeare en mi vida, como un golpe de la Fortuna, y se quedó para siempre. De Cervantes no sólo disfruto El Quijote: sus novelas ejemplares son magníficas –¡ese Coloquio de los perros! –Y la prosa del Persiles… Cervantes fue siempre un raro en España, tanto en su época como en la actual. Leo bastante la narrativa latinoamericana (tan deudora de Cervantes); Alvaro Mutis con su Maqroll, me parece entrañable y, por delante, el inmenso Juan Rulfo. Vuelvo a veces a la fascinación de Lezama Lima. No cabe duda de que Bolaño es un gran novelista. De los españoles actuales, admiro a José Manuel Caballero Bonald, respeto a Javier Marías y leo a algunos amigos.
Películas imprescindibles… Todo Welles. Media docena de Bergman y Buñuel, claro. Hollywood, acabó con la vía artística del cine. La narrativa que ha impuesto su industria es infantiloide. Para buenos degustadores aconsejo la película de ….. La mujer de las dunas.
Artistas inolvidables… La lista es tan larga como la memoria de la humanidad.
¿En qué proyectos trabajas actualmente?
En proyectos imposibles. Este país vive de espaldas al arte y a la cultura, a excepción de unos cuantos locos que se reconocen entre ellos. Ruedo un documental sobre arte contemporáneo, intento sacar adelante una película de ficción y escribo secretamente.
¿Cómo te “sueñas” en unos años?
Prefiero no soñar el futuro pues seguro que serían sueños de pesadilla. Los mejores sueños están en la vida de cada día. Hay que despertarse cada mañana para soñar.
Entrevista: Alexandra Nicod
Foto: Katharina Giesler para missnicod.com