ISABELLE STOFFEL_ACTRIZ _MADRID/SUIZA
Isabelle Stoffel es imparable. Trabaja entre España, Alemania y Suiza; no sólo como actriz, sino en ocasiones también como directora y productora. El monólogo teatral “La rendición” la catapultó a la fama y la llevó en una gran gira por varias ciudades internacionales. Este miércoles reestrena en el Teatro de la Abadía de Madrid y bajo la dirección de Mario Gas “Invernadero”, una inquietante obra escrita por Harold Pinter.
Muchas gracias por concedernos esta entrevista, Isabelle.
¿Dónde vives y de dónde vienes?
Vivo en Madrid y me encanta esta ciudad. Nací en Basilea, muy cerca de la frontera con Francia y Alemania. En quince minutos se puede ir andando a Francia desde la casa donde crecí. Cuando cumplí siete años pedí a mis padres que me regalasen una tienda de campaña para poder ir a dormir al otro lado de la frontera. Parece que lo de cruzar fronteras es algo que me acompaña, que me moviliza.
¿Qué adjetivos te definen?
Rara y sensata. Curiosa y muy terca.
¿Cuándo y cómo supiste que querías dedicarte a la interpretación?
Después del bachillerato me sentí atraída por los estudios de psicología y tenía un fuerte interés por el arte, especialmente por la fotografía y la escenografía. Hice unas prácticas de tres meses en el departamento de escenografía de un teatro, cuya línea artística no me convencía en absoluto. Podía asistir a los ensayos, pero la obra me parecía un horror y el estilo de interpretación lo siguiente. Aún así fui todos los días a sentarme al fondo de la sala para observar lo que pasaba en el escenario – y todos los días me dormí. Un día desperté y pensé: si todo esto se hace bien, mi profesión puede ser la de actriz, porque une mi interés por el ser humano y mi amor al arte. Ahí, en esa butaca en la oscuridad decidí probarlo.
¿Qué sientes cuando actúas?
Depende del día. En el mejor de los casos se produce una especie de chispa, o mejor dicho un estado en el que ya no actúo, sino más bien soy un conducto a través del cual el personaje y la obra fluyen. Pero me da la impresión de que por mucho que lo persiga, ese estado no se deja crear con la fuerza de la voluntad, no depende sólo de mí. Únicamente me puedo ocupar de hacer bien mi trabajo e intentar estar en el momento (o al menos aparentarlo).
Sueles trabajar en alemán y en español, a veces incluso en inglés. Para muchos eres “La Stoffel”, una actriz única y especial… ¿Aún así te cuesta encontrar papeles que se adapten a tu perfil?
Me encanta trabajar en varios territorios e idiomas. Cada idioma tiene sus propias exigencias, me pide una forma de trabajar distinta. Es una suerte que después de once años en España, no se hayan olvidado del todo de mí en el extranjero y me sigan saliendo trabajos fuera de vez en cuando.
Todos los actores y actrices tenemos unas cualidades y características únicas y especiales por las que quieren que hagamos un determinado papel. Aquí en España me eligen por otras cosas que en Suiza o Alemania, ya que aquí tengo una particular forma de hablar o un acento. ¿Es esto un obstáculo? Posiblemente, aunque no estoy muy segura. Y si lo fuese, ¿no son justo los obstáculos los que nos hacen crecer? Me siento afortunada de poder vivir de la profesión que me gusta y además en el país que elegí y donde está la gente a la que quiero.
En momentos difíciles, con menos trabajo de lo que me gustaría, llegué a pensar que igual debía volver a cambiar mi centro de vida a Suiza o Alemania para ser una actriz más normal, que en su lengua materna se adapta a un abanico de perfiles más amplio. Pero creo que es un engaño, los actores atrapamos (entre otras cosas) por nuestra autenticidad y ninguna actriz destaca por su normalidad. Además ya son muchos años que llevo trabajando y viviendo aquí y, a pesar de que no pueda votar, me siento partícipe de esta sociedad e integrada en su escena cultural. El mundo actual se mezcla cada vez más y hay directores que quieren reflejar esto en su arte. Por otra parte, yo también me empeño en darle visibilidad a los temas que me importan creando mis propios proyectos.
No me gusta entretenerme con “los perfiles”, pertenecen a una industria que no está en mis manos. Prefiero ocuparme de mi trabajo, con esto me siento mucho más viva.
“La rendición” te catapultó a la fama. ¿Cómo viviste todo el proceso desde que aquel libro cayó en tus manos?
Un amigo me habló del libro y nada más leerlo supe que podría funcionar muy bien en teatro. Son unas memorias eróticas y por tanto tienen una parte testimonial que en teatro siempre funciona. Estaba escrito con ironía, cuenta una experiencia sexual tabú (o casi tabú), habla de la búsqueda de la transcendencia en el sexo y roza unos pensamientos filosóficos. Me pareció una muy buena mezcla y pensé que le podía interesar a más gente; por tanto escribí una adaptación teatral. La dirección de Sigfrid Monleón era esencial; le añadió al personaje una calidez, que el libro no tiene, y que es fundamental para que el espectador llegue a una empatía con el personaje. Los ensayos no fueron exactamente fáciles, trabajar con tu pareja siempre pide un esfuerzo extra, creo que a nadie le puedes exigir tanto como a tu pareja, ninguna otra relación profesional aguanta tanto. Y cuando sale bien, es algo tremendamente bonito de vivir. Es como si la buena recepción se multiplicase varios veces al estar los dos involucrados. Me sentí muy acompañada por Sigfrid, no sólo durante el proceso de creación, sino también durante las funciones y la larga gira internacional que tuvo la obra. Hemos sacado adelante una obra con nuestras ganas y con la ayuda de nuestros amigos a pesar de la precariedad que nos rodeaba. Esta obra, que nació en la escena off y luego fue programada en el Centro Dramático Nacional, me reafirmó que valía la pena apostar por las cosas en las que crees y trabajar con la gente que quieres. Eso sí, la próxima vez tendremos que conseguir unas condiciones mejores para la creación; el equipo no puede vivir del amor y del aire.
¿Qué componentes tiene que tener una obra para que decidas implicarte en el proyecto como productora, directora y/o actriz?
Como actriz/productora el texto me tiene que convencer mucho para poner en marcha mi motor de levantar un proyecto. Como directora/productora necesito además de un tal texto una visión de la puesta en escena muy clara para asumir esta responsabilidad.
¿Qué personajes te atraen?
Muchos. En su mayoría mujeres.
¿Qué autores te gustan?
También muchos: Marguerite Duras, Albert Camus, Marie Brassard, Tennessee Williams, Federico García Lorca, Jean Cocteau, Charlotte Perkins Gilman, Tena Stivicic, Lot Vekemans, Milo Rau, Rose Kneissler, Friedrich Dürrenmatt, Friedrich Schiller, William Shakespeare, Lucía Carballal, Daniela Janjic, Carolina Roman, Atohl Fugard, Heiner Müller, Hendrik Ibsen, Georg Büchner, Anton Tschechow…
En el teatro has trabajado bajo la dirección de Sigfrid Monleón y Mario Gas entre otros. ¿Qué admiras de cada uno de ellos?
De Sigfrid Monleón su enorme capacidad de inspirarle humanidad a cada texto, a cada personaje. Creo que podría hacer un montaje de la guía de teléfonos o del manual de instrucciones de una nevera y sería emocionante.
Mario Gas tiene una grandísima cultura, es un hombre muy inteligente. Me encantó trabajar con él. Observa, y con pocas palabras sabe dar mucho al actor. Por ejemplo en los ensayos de “Invernadero” me dijo dos adjetivos para la creación de Miss Cutts y con esto he podido trabajar durante semanas. A veces cuando alguien te dice dos palabras adecuadas puedes hacer casi toda la obra con esta indicación. Mario Gas acierta con sus palabras.
Y en el cine con Jonás Trueba, Carlos Iglesias, Javier Rebollo… ¿Cómo es trabajar con ellos?
Con Jonás Trueba me une una amistad, que es la base sobre la que trabajamos. Hay una mutua confianza, que es el fundamento de su manera de rodar. En “Los ilusos” los textos me llegaban dos días antes del rodaje. Jonás sabe perfectamente que soy una actriz que suele prepararse mucho… En aquella época me empañaba en querer quitarme el acento, y Jonás quiere justo lo contario de mí. Me dijo que íbamos a trabajar con la imperfección y me pareció muy bien. En “Los exiliados románticos” ya no existía ningún texto escrito para mí, lo decidimos directamente antes de la toma. El rodaje estaba impregnado de la misma ligereza que irradia la película. Apenas me enteré de que estaba trabajando. Haría cualquier cosa con Jonás. Con esa sensibilidad que tiene es fácil fiarse.
Con Carlos Iglesias rodé mi primer papel en cine tras haber llegado a España desde Berlín. El rodaje trascurría en Suiza y Carlos estaba muy feliz de rodar ahí, en el sitio donde pasó su infancia. Supo contagiar su entusiasmo a todo el equipo y de repente vi mi país de origen (del que sólo me quise ir) a través de sus ojos. Fue una experiencia muy bonita.
Con Javier Rebollo rodamos una escena preciosa en “La mujer sin piano”. Creo que es tan buen cineasta por tenerlo todo muy claro de antemano y cambiarlo en el último momento. Justo antes de rodar le pidió al actor que estaba conmigo en la escena que dijera mi frase y a mí la suya. Me encanta su conciencia del lenguaje cinematográfico, su manejo de las pausas, del sonido, de la luz, del encuadre.
¿A qué actrices o mujeres en general admiras y por qué?
A Lauren Bacall por su voz y su magnetismo.
A Ada Colau por su elocuencia, su lucha activista, su empeño por una sociedad más igualitaria.
A Bibiana Beglau por la enorme actriz de teatro que es.
A Barbara Lennie por la naturalidad y belleza con la que aborda sus papeles en cine. Sus personajes siempre tienen alma.
A Lili Taylor por su coraje para crear personajes traviesos, siempre creíbles. Por hacerme reír tanto en “Arizona Dreams”.
Me podrías decir algo sobre…
Teatro… ¡Descomunal!
Cine… ¡Belleza!
Precariedad… Un clavo ardiendo, del que nuestra profesión se tiene que proteger.
Actor… Podría ser una persona que trabaja con la curiosidad.
Director… Alguien con una visión artística al que le interesa la sociedad en la que vivimos.
Lugar sagrado… Habrá que crearlos.
Feminismo… La solidaridad entre mujeres no está lo suficientemente desarrollada. No me refiero a crear una imagen del enemigo, sino actuar en nuestro favor para crecer, hablar, informarnos, ayudarnos, afirmarnos y celebrarnos. Los hombres lo hacen todo el rato, les sale natural. Nosotras, lamentablemente, nos quedamos con facilidad en la modestia o en la competitividad.
Belleza… Sí, muy bien.
Cumplir años… Muy bien.
Vergüenza… Cuando se apodera de mí me resulta un sentimiento muy molesto. No he entendido aún si sirve de algo. A veces me parece que podría ser la hermana pequeña de la culpa.
Poder… Me interesa la autoridad natural que surge porque alguien sabe lo que está haciendo. Hay una autoridad poderosa inherente a la sabiduría. El poder impostado me interesa sobre todo para desenmascararlo.
Sexo… Una fuente de alegría, un motor vital y en el mejor de los casos una experiencia trascendental.
Trascendencia… Un estado de gran apertura. Un sentimiento de estar conectada a algo grande que no controlo, una sensación de ligereza y plenitud.
Destrucción… Uff!
¿En qué proyectos trabajas actualmente?
Acabo de volver del Teatre Lliure de Barcelona, donde he estado con “Invernadero”, la obra de Harold Pinter dirigida por Mario Gas. El miércoles, 2 de marzo, reestrenamos en el Teatro de la Abadía, donde estaremos hasta el 27 de marzo (de miércoles a domingo). Es una sátira negra sobre el abuso de poder, o mejor dicho, una explosión de la lujuria del poder, que oscila entre el nonsense y una violencia fríamente calculada. Mi personaje, Miss Cutts, es la única mujer en un mundo de hombres corruptos. Tanto ella como ellos intentan manipular todo lo que pueden. Acorde con la paradoja de Pinter, Miss Cutts es una especie de femme fatal a la que nadie desea. Intenta crear lazos de dependencia con los hombres a través de su sexualidad. Según avanza la obra los acontecimientos se disparan y el deseo de Miss Cutts se vuelve histriónico. Después de haber hecho mucha gira con un monólogo estoy feliz de volver a tener compañeros en escena. ¡Y Gonzalo de Castro, Tristán Ulloa, Jorge Usón, Carlos Martos, Javivi Gil Valle y Ricardo Moya son un auténtico lujo!
Por otra parte sigo con funciones de “La rendición” en alemán (“Die Hingabe”) y estoy dirigiendo “Paseo por los recuerdos”, un audio-walk donde el espectador escucha la obra por unos cascos mientras sigue unas indicaciones que le hacen mover por el espacio. Se estrenará en Suiza el 10 de junio.
¿Cómo te sueñas en diez años?
Sobre todo haciendo teatro como actriz, aquí y allá. De vez en cuando dirigiendo una obra de teatro. Y espero que también interpretando un bonito papel en el cine.
Entrevista: Alexandra Nicod
Foto: David Sagasta para missnicod.com
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